Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

miércoles, 29 de octubre de 2008

La importancia de llamarse Ernesto (versión completa)

Por MAYKEL REYES LEYVA


...ningún libro es también una escalera.
Jorge Luis Borges

Solía contarme que cierta vez se sorprendió con Eliseo Diego sentado en el patio de su propia casa, en medio de un grupo de amigos amantes de las letras. Era una suerte de tertulia, donde a cada uno le tocaba leer lo suyo. Finalmente, le tocó a él. Bajo la sombra de los árboles leyó un poema y, al terminar, halló sobre su figura la mirada fija de Eliseo, quien parecía haber reparado en su presencia por vez primera. “¿Cuál es tu nombre?”, indagó el Maestro. Con humildad, le respondió: “¿Yo? Ernesto.” Eliseo negó con la cabeza, meditabundo, y luego sentenció: “No, tú te llamas... Ernesto Ernesto.”

Hoy es casi un sacrilegio ser batabanoense y no conocer a Ernesto Ernesto. O vivir en cualquiera de los otros municipios de La Habana y ni siquiera haberlo oído nombrar. Pedro Ernesto Pérez Pedroso (Surgidero de Batabanó, 1950) es uno de esos escritores con los que vale la pena sentarse a hablar, pues es dueño de un sinfín de anécdotas de todo tipo. Durante una de esas charlas supe que era sobrino de Regino Pedroso y me acerqué, por primera vez, a ese mundo fabular y subyugante que él mismo dio en llamar Bujamey.

Poeta, pintor y narrador, alérgico ─diría yo─ a los concursos y a hacer vida literaria (excepto cuando escribe), tiene en su haber las novelas La Venus negra de La Te, El tocayo, E.E. versus G.C, (posteriormente rebautizada con el titulo Sin concha ni apuntador) y la controversial novela Bujamey, presentada en la Sala Alejo Carpentier de la Plaza San Carlos de la Cabaña durante la X Feria Internacional del Libro de La Habana 2001.

Fue el crítico y ensayista Salvador Redonet quien ─seis años antes, en 1995─ dijera: “En la novela Bujamey hay romance y no es una novela romántica; hay ficción científica y no es ciencia-ficción; hay espionaje y no es de espionaje; hay religiosidad y no es religiosa; hay política y no es una novela política; hay una nueva y poco conocida mitología ─que estoy seguro interesaría sobremanera a los mitólogos─, y aún no me atrevo a enmarcarla como mitológica; hay también mucho erotismo y no es erótica; y ustedes se preguntarán: Entonces ¿qué es Bujamey?; pues yo les diría ─tomando palabra de Lezama─ que esta novela es el hallazgo en la realidad signada del espacio gnóstico transfigurativo que engendra la realidad, devolviéndola a su imposible infinitud, para que no vuelva a engendrar imagen posible...”

¿Cómo surge el mito que dio pie a la novela Bujamey?
Por un antiguo saliente costero que ciertamente hubo donde luego de 1815 ─cuando uno de los ciclones más devastadores que azotó la Isla tuvo lugar─ quedó solo un pequeño monte sobreasomado por delante de la costa a lo que todos los pobladores continuaron llamando Guajamey, pero que un portulano español, con ese vicio badajoceño de sustituir ─quizás por haber introducido el plátano en América para relegar la yuca y el maíz─, comenzó y cambió el fonema gua por bu, y al trazar su mapa costero bautizó el lugar como Bujamey, no pudiendo lograr con Guanimar, Guane, Guanahacabibes, Guantánamo, Guara y muchos otros nombres originarios la misma impostura. Por supuesto que esta impostura fue aprovechada por los que ven en Bujamey una escalera. Supongo que olvidan la experiencia de los últimos peldaños de la Escalera de Babel.


¿Qué es el bujameyismo y cómo se manifiesta?
Perro Jaus Gutiérrez, digo, Pedro Juan Gutiérrez, por el beneficio de poder publicar en la Planeta se estevó en un reciente libro buscador de mercado y habló de mí y del bujameyismo hasta complacer a sus nupciantes, pero muy a pesar de ello, el bujameyismo es un hecho de asumir la benefacción del agua y no lamentarla, como acaso (“la maldita circunstancia del agua por todas partes”, Virgilio Piñera) algunos de nuestros mejores escritores lo han expresado. En Surgidero, la llegada de los llenantes, por ejemplo, o los ciclones, sabiéndose el peligro que entrañan, constituyen para los pobladores de este antiguo emporio una explosión de alegría y jubileo, esa expresión particularísima de los pathabanistas llevada al texto es lo que, tras publicarse Bujamey, comenzó a manifestarse de tal forma que es lo que le llamanos bujameyismo.


¿Cuánto de Batabanó hay en Bujamey, y viceversa?
Bujamey, quiero decir, la novela así intitulada, es Surgidero (de Batabanó), no Batabanó. Es la utopía infantil que todo niño abriga y la que, al crecer, se nos enquista confundida en la añoranza juvenil, como la verdad histórica que nunca es la que juzgamos que sucedió y la participamos al modo de Carlyle, el escocés, escribiéndola con nuestra vida en tanto nos la escriben. De Surgidero hay en la novela la Calle La Línea, la Clínica Nuestra Señora del Rosario, la Calle Cacarajícara donde murió el músico jaranoense (mejicano) Juventino Rosas, creador del vals Sobre las Olas; aparece también el hotel Dos Hermanos, inglesado en el Two Brothers; el puente El Chivo y personas-personajes como Sergio Cornúa, Domingo Chavao, María Lagüesera, y muchos otros.

Eres un escritor controvertido. ¿Cuánto de riesgo y de favorable hay en eso?
Creo que todo escritor es controvertido, si no, no escribiera. En cuanto al riesgo, por llamarme Ernesto corrí el primer riesgo, ya sea por la importancia o por la equivocación para su traducción de honest y Ernest, según se supo después. Cuando Eliseo Diego me bautizó en una tertulia en la terraza de mi casa con el duplo de Ernesto Ernesto, se aunó indualmente mi alter ego y al nuclearse toda la homoduplexia de mí mismo, SE HIZO LA LUZ. He ahí lo favorable.

Cuando seas polvo en el viento, ¿seguirá existiendo Bujamey?
Bujamey existirá porque ha sido y es una escalera, a pesar de Borges.

Sin Batabanó, ¿quién sería Ernesto Ernesto?
Sin Batabanó, Ernesto Ernesto sería Ernesto Ernesto, porque simplemente existe Bujamey.

(Una versión modificada de esta entrevista fue publicada por el periódico el habanero, el martes 14 de octubre de 2008. Dicha versión aparece también en este blog. Por cuestiones circunstanciales, la entrevista debió hacerse por correspondencia, luego de que el autor y el entrevistado no se vieran durante casi 10 años. En su carta de respuesta, Ernesto Ernesto hizo la siguiente introducción que, tal como sus respuestas, dan una idea de su personalidad originalísima: “Batabanó, 7 de octubre de 2008. Año 32 que cumple mi hija Dalamys. HERMANO: En La Biblioteca de Babel, Borges sufre y escribe en presente eterno: ‛ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací’; más adelante acota: ‘basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera’. Claro que Borges, aunque la había creado, no escribió Bujamey y quizás la propia inmortalidad recurrente le arrancaba ─como se propinó a sí mismo Demócrito de Abdera─ los ojos para mejor pensar. Lo cierto es que Bujamey (la novela) le ha servido a algunos de escalera. Te contaré cuando nos veamos (¡Y ojalá sea pronto!). Para mí, que no los pasé en Buenos Aires y otros países cantando tangos, 10 años son bastante tiempo. Tantos como para casi insoportar la emoción y los tantos recuerdos, HERMANO. Y he ahí el porqué no tengo que aseverarte si estoy de acuerdo con tu propuesta (de publicar la entrevista). Lo que hagas está bien. Con el sólo hecho de haberme escrito es posible que ya te encuentres en el index librorum prohibitorum, entre los que también aparecían Galileo, Kepler, Copérnico, Pascal, Voltaire, Rousseau, Spinoza, Leibnitz, Kant, Bacon, Hobbes... Stendhal, Hugo, Zola, Milton y tantos más o menos como lo que corresponde o pertenece a ese Domador que la escritora pathabanista Lourdes Tomás Fernández de Castro consiguió en su primera novela... En cuanto a las preguntas, seré breve.” Sirva este trabajo de humilde homenaje a todos mis amigos de Batabanó.)

martes, 28 de octubre de 2008

La importancia de llamarse Ernesto


Por MAYKEL REYES LEYVA



...ningún libro es también una escalera.
Jorge Luis Borges

Solía contarme que cierta vez se sorprendió con Eliseo Diego sentado en el patio de su propia casa, en medio de un grupo de amigos amantes de las letras. Era una suerte de tertulia, donde a cada uno le tocaba leer lo suyo. Finalmente, le tocó a él. Bajo la sombra de los árboles leyó un poema y, al terminar, halló sobre su figura la mirada fija de Eliseo, quien parecía haber reparado en su presencia por vez primera. “¿Cuál es tu nombre?”, indagó el Maestro. Con humildad, le respondió: “¿Yo? Ernesto.” Eliseo negó con la cabeza, meditabundo, y luego sentenció: “No, tú te llamas... Ernesto Ernesto.”

Hoy es casi un sacrilegio ser batabanoense y no conocer a Ernesto Ernesto. O vivir en cualquiera de los otros municipios de La Habana y ni siquiera haberlo oído nombrar. Pedro Ernesto Pérez Pedroso (Surgidero de Batabanó, 1950) es uno de esos escritores con los que vale la pena sentarse a hablar, pues es dueño de un sinfín de anécdotas de todo tipo. Durante una de esas charlas supe que era sobrino de Regino Pedroso y me acerqué, por primera vez, a ese mundo fabular y subyugante que él mismo dio en llamar Bujamey.

Poeta, pintor y narrador, alérgico ─diría yo─ a los concursos y a hacer vida literaria (excepto cuando escribe), tiene en su haber las novelas La Venus negra de La Te, El tocayo, E.E. versus G.C, (posteriormente rebautizada con el titulo Sin concha ni apuntador) y la controversial novela Bujamey, presentada en la Sala Alejo Carpentier de la Plaza San Carlos de la Cabaña durante la X Feria Internacional del Libro de La Habana 2001.

Fue el crítico y ensayista Salvador Redonet quien ─seis años antes, en 1995─ dijera: “En la novela Bujamey hay romance y no es una novela romántica; hay ficción científica y no es ciencia-ficción; hay espionaje y no es política; hay religiosidad y no es religiosa; hay política y no es una novela política; hay una nueva y poco conocida mitología ─que estoy seguro interesaría sobremanera a los mitólogos─, y aún no me atrevo a enmarcarla como mitológica; hay también mucho erotismo y no es erótica; y ustedes se preguntarán: Entonces ¿qué es Bujamey?; pues yo les diría ─tomando palabra de Lezama─ que esta novela es el hallazgo en la realidad signada del espacio gnóstico transfigurativo que engendra la realidad, devolviéndola a su imposible infinitud, para que no vuelva a engendrar imagen posible...”

¿Cómo surge el mito que dio pie a la novela Bujamey?

Por un antiguo saliente costero que hubo donde luego de 1815 ─cuando uno de los ciclones más devastadores que azotó la Isla tuvo lugar─ quedó solo un pequeño monte sobreasomado al que todos los pobladores continuaron llamando Guajamey, pero que un español, con ese vicio badajoceño de sustituir, cambió el fonema gua por bu, y al trazar su mapa costero bautizó el lugar como Bujamey.

¿Qué es el bujameyismo y cómo se manifiesta?

El bujameyismo es el hecho de asumir la benefacción del agua y no lamentarla, como acaso algunos de nuestros mejores escritores lo han expresado. En Surgidero, la llegada de los ciclones, por ejemplo, sabiéndose el peligro que entrañan, constituyen para los pobladores una explosión de alegría y jubileo. Esa expresión particularísima llevada al texto es lo que, tras publicarse Bujamey, comenzó a manifestarse de tal forma que es lo que llamamos bujameyismo.

¿Cuánto de Batabanó hay en Bujamey, y viceversa?

Bujamey es Surgidero (de Batabanó), no Batabanó. Es la utopía infantil que todo niño abriga y la que, al crecer, se nos enquista confundida en la añoranza juvenil. De Surgidero hay en la novela la Calle La Línea, la Clínica Nuestra Señora del Rosario, la Calle Cacarajícara (donde murió el músico mejicano Juventino Rosas); aparece también el hotel Dos Hermanos, inglesado en el Two Brothers; el puente El Chivo y personas-personajes como Sergio Cornúa, María Lagüesera, y muchos otros.

Eres un escritor controvertido. ¿Cuánto de riesgo y de favorable hay en eso?

Creo que todo escritor es controvertido, si no, no escribiera. En cuanto al riesgo, por llamarme Ernesto corrí el primer riesgo, ya sea por la importancia o por la equivocación para su traducción de honest y Ernest, según se supo después. Cuando Eliseo Diego me bautizó con el duplo de mi nombre, se aunó mi alter ego y al nuclearse toda la homoduplexia de mí mismo, se hizo la luz. He ahí lo favorable.

Cuando seas polvo en el viento, ¿seguirá existiendo Bujamey?

Bujamey existirá porque ha sido y es una escalera, a pesar de Borges.

Sin Batabanó, ¿quién sería Ernesto Ernesto?

Sin Batabanó, Ernesto Ernesto sería Ernesto Ernesto, porque simplemente existe Bujamey.

(Publicado en el habanero, el martes 14 de octubre de 2008.)

jueves, 16 de octubre de 2008

Vivir del cuento (Entrevista a Maykel Reyes)


Por: Daniel Solano

Puede pasar inadvertido. Si llegas a notarlo, lo encontrarás parado en un rincón, solo, o sentado en la última fila, donde quizás la claridad no sea tan abundante. Si no te conoce, tendrás que hacer un tremendo esfuerzo para sacarle las palabras. Pero si llegas a intimar con él, puede tornarse un gran conversador.

Maykel Reyes tiene todas las características que siempre imaginamos en un escritor:tímido, observador, reflexivo, irónico, apasionado, nostálgico, dotado de un humor negro purísimo. Ha pasado por disímiles oficios y conocido a personas de toda clase. Es dueño de una serie de anécdotas de todo tipo, de chistes con doble sentido, pero además defiende a capa y espada sentimientos nobles como la amistad y el amor.

Le encanta viajar, pescar, coleccionar objetos, criar animales, jugar ajedrez. Es una mezcla curiosa este habanero de 32 años, pues aunque gusta de temas científicos –como la astronomía, la Historia, la arqueología, la criminalística y la psicología, por ejemplo-, bebe con verdadera fruición libros y artículos sobre metafísica, conocimientos esotéricos y espiritualismo.

Lo conocí en el año 2000. Nos unió el tema de uno de mis libros: los OVNI. Yo argumentaba que una buena parte de los objetos voladores no identificados eran naves espías, experimentales o secretas, creadas por potencias aero-cósmicas, como Estados Unidos y la antigua Unión Soviética. Maykel defendía su creencia de que eso podía ser posible, pero estaba convencido –todavía lo está- de que la mayor porción de los avistamientos se deben a inteligencias extraterrenas.

A pesar de la diferencia de opiniones, hemos sido amigos desde entonces. En el 2000, Maykel Reyes Leyva (Ciudad de La Habana, 1975), egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (cuando todavía era Taller), obtuvo el Premio Nacional de Cuentos “Ernest Hemingway” y una de las Becas de Creación que ofrece el propio Centro. En el 2004 la Editorial Extramuros le publicó el libro de cuentos “Acá, en la orilla del mundo”. Ha sido jurado en diferentes certámenes de narrativa y además, ha colaborado con sus cuentos en revistas nacionales y extranjeras. Incluso, durante un tiempo colaboró con el semanario internacional Orbe, de Prensa Latina. Graduado del primer curso de guión de cine y televisión impartido durante el 2005-2006 por el Centro Onelio en colaboración con la Casa Productora de Series y Telenovelas, ahora Maykel escribe para el Departamento de Dramatizados de la Televisión Cubana.

Siempre tenemos algo de qué hablar. Cada vez que viajo a la capital, desde Cárdenas, Matanzas, lo visito. Suelo debatir con él temas de los más disímiles campos del conocimiento, en especial, aquellos que en sus misterios aún no explicados, parecen ilustrar en qué clase de planeta vivimos. De ese cruce de ideas, surgieron las preguntas y respuestas que siguen.

¿Cómo te definirías: cuentista, poeta, periodista o guionista?
Desde que tengo 10 años escribo cuentos. Puedes sacar la cuenta, si quieres. La poesía es sólo una necesidad escatológica. Ni siquiera soy bueno escribiéndola. El periodismo nunca lo he estudiado, aunque me hubiese gustado. Lo poco que he hecho en esa rama ha sido de manera intuitiva y no me fue mal, es cierto, pero por respeto al oficio y a los lectores me arriesgo poco. Los guiones son otra cosa. Siempre quise escribir para la televisión o el cine, pero también es una solución económica que encontré para mi vida. Definitivamente, soy cuentista. Es lo único que hago por amor, que disfruto y sufro haciéndolo.

¿Cómo llegas a la literatura?
De niño quise ser muchas cosas: titiritero, historietista, hasta entré una vez en una escuela de pintura. Incluso, ya de adolescente incursioné como actor en dos grupos de teatro. Pero fue en sexto grado cuando descubrí que podía escribir cuentos. La maestra que tenía incitó a los alumnos a escribir una historia y puso de ejemplo cuentos que ella misma había escrito de niña. Me sentí motivado y la imaginación se me desbocó. Escribí un cuento que titulé Extraterrestres. A la maestra le gustó tanto que lo puso en el mural del aula. Desde entonces no he podido parar de escribir. Ni quiero.

¿Siempre supiste que querías ser escritor?
No, en realidad no. No tuve conciencia de que quería ser escritor hasta los 16 ó 17 años de edad. Entré en el Taller Literario de San Miguel del Padrón y me enfrenté a un mundo que no conocía y que me fascinaba. Fue a partir de ahí que comencé a tomármelo en serio.

Ya que tocas el tema, ¿qué opinas de los talleres literarios?
He pasado por cuatro talleres literarios desde los 14 años hasta acá. El primero, el Taller Imágenes, me enseñó una cosa importantísima: que era pésimo poeta y un cuentista regular. El segundo, el Taller Ernest Hemingway de San Miguel del Padrón, dirigido por Ángela Casanova, me enseñó que podía escribir sobre temas cubanos, además que me dio ciertas herramientas que nunca olvidé, como por ejemplo a mantener el punto de vista del narrador. Gracias a ese taller cogí menciones en concursos nacionales y premios en concursos municipales. El tercero fue el Centro Onelio. Ese me dio el impulso que faltaba. Comencé a publicar y a ganar premios nacionales. El cuarto fue un tallercito que creé junto a varios amigos en casa de uno de ellos. Ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. De hecho, algunos de los cuentos tallereados allí han sido premiados y publicados, lo cual nos demostró que andábamos por buen camino. Así que te podrás imaginar que le tengo mucho respeto y consideración a los talleres literarios. Son realmente necesarios si se quiere aprender a escribir.

¿Tienes alguna disciplina para escribir?
Sí. No puedo escribir con hambre. (Me lo imagino soltando una carcajada). Además, me cuesta escribir durante el día. Prefiero la noche para escribir, entre las 11 y las 3 de la mañana. Dicen que es muy beneficioso para el oficio escribir todos los días. Sinceramente, yo no puedo hacer eso. Me gustaría y lo he intentado, pero no puedo. Necesito tener una idea, por leve que sea, en mi cabeza antes de sentarme a escribir.

¿Existe algún tipo de metodología para enfrentar la escritura?
No sé los demás, pero yo, al menos, tengo una idea dándome vueltas en la cabeza y enseguida busco la manera de ponerle un titulo. El titulo me ayuda mucho a construir la historia, es como si ya la estuviera viendo materializada. Después me siento y si la idea no sale de un tirón, la echo a la basura. Si sale de esa primera sentada, perfecto. Guardo el cuento un par de días, quizás más, depende. Luego, lo saco, lo leo con sangre fría, como si no fuera mío, y ahí es donde empiezan los verdaderos quebraderos de cabeza. Intentar darle forma a eso no es fácil. Quitar aquí, poner allá, omitir esto, sugerir aquello. Siempre me preocupo mucho por la psicología de los personajes, por sus diálogos. Cuando creo que está listo para ser leído por otros, comienzo a prestarlo. Escucho con atención todas las críticas y luego vuelvo a sentarme, una y otra vez, todas las veces que sea necesario. Cuando la historia me gusta, parece que no voy a terminar nunca.

¿Sobre qué escribes?
Casi todos mis cuentos tratan el tema de la soledad, del desamor. La mayoría de mis personajes son seres olvidados, llenos de rencores, nostalgias, deseos, miedos... Somos criaturas complejas nosotros los humanos. Muchas veces me pregunto qué hicimos para merecer el lugar que ocupamos en el Universo. Decimos que somos inteligentes, estamos convencidos de que es así; sin embargo, matamos sin necesidad, nos apropiamos de lo ajeno, mentimos, traicionamos, tomamos decisiones erradas, y casi siempre, cuando tomamos la decisión correcta, ya es demasiado tarde... Ni siquiera somos capaces de darle el valor que merecen a las personas que nos rodean y que sabemos que nos aman. Luego, cuando las perdemos, nos preguntamos el por qué. Sobre eso escribo, sobre lo idiotas que somos.

Eso suena pesimista.
No suena pesimista,... es pesimista. Pero por desgracia, también es verdad.

Dime algo, sinceramente. ¿Por qué no publicas con más frecuencia?
No publico más porque nunca me he dedicado a perseguir las publicaciones. Intento concentrarme en aprender a escribir primero, antes que dedicarme a publicar. Siempre dije que lo mucho o poco que yo consiguiera como escritor, lo lograría por esfuerzo propio, por el escaso o abundante talento que tuviera, y no porque soy amigo de éste o hijo de aquél, ya sabes, la palanca. Te cuento una anécdota, sencilla. En el año 2000 tuve la oportunidad de participar allá en Matanzas en un Encuentro Nacional de Escritores. Allí convergieron grandes escritores de este país: Francisco López Sacha, Eduardo Heras León, Guillermito Vidal, Raúl Aguiar, Agustín de Rojas, Alberto Guerra, Marta Rojas, Marilyn Bobes, Leonardo Padura, y algunos escritores jóvenes como Susana Haug, Michel Encinosa, Adriana Zamora, en fin... Me sentía como pez fuera del agua, pues nadie me conocía y yo los conocía a todos, los había leído alguna vez. Me pasé casi todo el tiempo solo, apartado, observando a aquellos seres que eran reconocidos a nivel nacional. Pues bien, durante el fin de semana se hicieron rondas de lecturas, cada uno debía leer un cuento suyo, y recuerdo que a mí me tocó entre los últimos. Leí mi cuento y al terminar, mientras me aplaudían, levanto la vista y veo que Heras León, parado entre la multitud presente, me hace una seña de “muy bien”. Luego, a la hora del almuerzo, cuando entro al restaurante del hotel donde estábamos hospedados, me quedo desorientado, sin saber dónde sentarme, pues la única mesa que tenía asientos vacíos era en la que estaban sentados Padura y su esposa. Me pongo a buscar dónde sentarme y siento que alguien me agarra por un codo y al voltearme veo que es Padura que me dice: “Ven, siéntate aquí”, y unos segundos después se nos unió Heras León. Así que, de pronto, me veo sentado en la misma mesa con Eduardo Heras León y Leonardo Padura Fuentes. Podrás imaginarte mi sorpresa, tener semejante oportunidad gracias simple y llanamente a un cuento mío. Te cuento más. A la hora de la despedida, Guillermito Vidal me pasa un brazo por sobre los hombros y le dice a Heras León: “Cuídame a este muchacho, que es de los buenos”. Fue la primera y última vez que vi a Guillermo Vidal, son las únicas palabras que recuerdo de él. Eso es lo que siempre he esperado de la vida: que sólo me abra las puertas que yo me haya ganado.

¿Se asemejan mucho el acto de construir un cuento y el de construir un guión?
Estoy seguro que cualquiera que tenga conocimientos de ambas cosas te va a decir que no. Salvo por el hecho de que en ambos géneros tienes obligatoriamente que contar una historia, no creo que ninguna de las dos manifestaciones se parezca. Cuando escribes un cuento o una novela, puedes empezar sin saber siquiera a dónde vas a parar, dejar que los personajes actúen libremente, que la historia te sorprenda a cada paso. Hacer eso en guiones es casi un salvajismo. El guión no da margen a la inspiración. Todo tiene que estar planificado, cada punto de giro, el detonante, el clímax y el desenlace. Los personajes no pueden ir por la historia haciendo lo que les venga en gana. De hecho, cuando te sientas a escribir la primera escena, ya sabes perfectamente bien cuál va a ser la última.

¿Qué literatura lees?
Me fascina la ciencia-ficción, la fantasía, el terror y los policíacos. Historias donde haya movimiento, alguna intriga o la búsqueda de algo. De hecho, comencé a escribir imitando a Ray Bradbury y a Raymond Chandler. Ellos me guiaron hacia Poe, Quiroga, Dashiell Hammett y Arthur Conan Doyle. Actualmente leo casi cualquier cosa, preferiblemente cuentos.

¿Cuáles son los cuentos o autores que no hay que dejar de leer?
A Quiroga hay que leerlo completo. Igual pasa con Poe. Otro tanto con Chéjov. El mejor ejemplo de un cuento que uno nunca debe dejar de leer es Los asesinos, de Hemingway. Lo demás, es a gusto del consumidor.

¿Tus libros de cabecera?
Dos. Adiós a las armas, de Hemingway, y Fahrenheit 451, de Bradbury.

¿Tienes alguna influencia?
Me gusta pensar que sí. Estoy influenciado por Hemingway. Es mi escritor preferido. Admiro su obra y su vida. Lo admiro y lo envidio. Es una pena no haberlo conocido personalmente.

¿Qué opinas de la actual literatura cubana?
Mejor pregúntame otra cosa. Este tipo de preguntas me da dolor de cabeza. Es que soy un poco miope y la verdad es que me cuesta responder a preguntas tan abarcadoras. Sólo te puedo decir algo: creo que en este momento hay para escoger.

¿Profesores o guías que has tenido?
¿Ves? Esa pregunta sí me gusta. He tenido buenos profesores. Pepe Siberios, periodista ya fallecido; Pablo Bergues, novelista; Ernesto Ernesto, novelista de Batanabanó; Francisco López Sacha, cuentista; Juan Losada, guionista, y del que más he aprendido es, sin dudas, Eduardo Heras León. Estos me han enseñado de manera directa a escribir. De manera indirecta, Ernest Hemingway. Como ves, mejor equipo no lo quiero.

¿Consejos para los que escriben?
Escribir siempre.

¿Planes futuros?
¿Es difícil de imaginar? (Creo ver una sonrisa en sus labios). Vivir del cuento.


(Esta entrevista fue publicado en el sitio web del Centro de Formación Literaria "Onelio Jorge Cardoso", a comienzos de 2008).