Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 9 de diciembre de 2008

Mientras agonizo…

Por MAYKEL REYES LEYVA

A nadie le importa un comino ver arrasados sus campos,
si pudiera dominar la lluvia por su cuenta.
MIENTRAS AGONIZO
William Faulkner


No voy a negarlo: las noticias me aterran. Las nieves del Kilimanjaro se están derritiendo. Cae nieve por primera vez en Kenya y en Ecuador. Un bloque de hielo de casi 400 kilómetros cuadrados, se ha desprendido del Ártico canadiense y navega a la deriva. En la India los monzones se adelantan y causan estragos. Las persistentes lluvias provocan inundaciones en Londres. Los volcanes erupcionan. La tierra tiembla. Los huracanes azotan cada vez con mayor frecuencia. Se prolongan las sequías... Como el bíblico Habacuc, algunos alzan sus manos al cielo y claman: “¿Hasta cuándo, Señor?”


Pero sé que Dios poco o nada tiene que ver con esto. En cambio, el gobierno de los Estados Unidos ─quien todavía se niega a firmar el protocolo de Kyoto, aprobado en diciembre de 1997─ sí pudiera hacer mucho con solo reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero hasta un cinco por ciento menos de las que emitían en el año 1990. No creo que sea tiempo de sentarnos a discutir las razones por las cuales se niegan a rubricar el famoso documento (las razones las sabemos de sobra); es tiempo de actuar, de tomar las riendas, antes de que la situación termine por salirse de control y los abrigos se tornen en objetos museables.

No quiero ser apocalíptico, nada más lejos de mi intención. Sólo saco conclusiones a partir de lo que veo. Los especialistas del Census Bureau, organismo gubernamental de estadísticas estadounidense ─que hace investigaciones nacionales e internacionales─ afirman que la Tierra llegará a 7000 millones de personas en 2012. De ser así, serán 7000 millones de seres humanos a contaminar la atmósfera. Continuará aumentando el calor. Los polos se irán reduciendo.

Si prosigue la descongelación en el continente Antártico, las aguas pudieran ascender 65 metros por encima de su nivel actual. Si eso ocurre, Batabanó, Guanimar o El Rosario, al Sur de La Habana, desaparecerán. Pero seamos menos caóticos: con solo cinco milímetros más de altura, las aguas de las playas del Este de La Habana se tragarían las calles por las que hoy accedemos a ellas. También es posible que costas bajas al Sur de La Habana, Camagüey, Matanzas y Ciego de Ávila, queden sumergidas.

Recientemente dos huracanes azotaron la Isla con apenas una semana entre uno y otro. Los pronósticos sugieren que cada año la cantidad y ferocidad de estos meteoros irá aumentando. Cuba, aparentemente indefensa, desde hace mucho ha comenzado a tomar medidas. Ya se ven por todos lados las torres eólicas y los paneles solares. En 2007 plantó más de 136 millones de árboles ―más del 12 por ciento de los mil millones a que aspiraba plantar el mundo en dicho período. La constante recogida de desechos sólidos para su posterior reciclaje, es un hecho palpable a todo lo largo y ancho de la geografía. Los ejemplos pudieran seguir enumerándose. Pero aunque estemos haciendo la diferencia, salvarnos de un cataclismo no puede ser solo tarea de Cuba. Todas las naciones deben unirse, concentrar esfuerzos. Sin duda alguna, el homo sapiens encabeza la lista de animales en peligro de extinción.

Mientras agonizo, sueño un planeta más sano, más limpio, alejado de ese futuro que las estadísticas se empeñan en vaticinar terrible; un futuro, sin embargo, no muy lejano si no detenemos a tiempo este caos que poco a poco se adueña de nosotros.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Extrañas coincidencias del Destino

Por MAYKEL REYES LEYVA

Es un pensamiento siniestro, lo sé. Pero, ¿no le ha pasado nunca por la mente que tal vez, sin saberlo, estemos haciendo lo mismo que hicieron otras personas en el pasado, una y otra vez, hasta el final de los tiempos?

Personajes diferentes en épocas alejadas entre sí, parecen estar ligados por el destino de un modo un poco extraño. Dos hombres de baja estatura pueden servirnos de ejemplo.


El emperador corso de origen italiano Napoleón Bonaparte nació en 1760. El dictador alemán de origen austriaco Adolfo Hitler vio la luz en 1889. La diferencia es de 129 años. Napoleón tomó el poder en 1804. Hitler hizo lo mismo en 1933. La diferencia es de 129 años. Napoleón entró en Viena en 1809. Hitler en 1938. La diferencia: 129 años. Napoleón atacó Rusia en 1812. Hitler a la URSS en 1941. La diferencia, otra vez, es de 129 años. Napoleón perdió la guerra en 1816. Hitler la perdió en 1945. La diferencia: 129 años. Pero esto no es todo. Ambos tomaron el poder con 44 años de edad. Atacaron a Rusia con 52 años y perdieron la guerra a los 56. ¿No le parece una siniestra coincidencia?



Pero veamos a dos norteamericanos que llegaron a la presidencia, Abraham Lincoln (1809-1865) y John Fitzgerald Kennedy (1917-1963).

Lincoln fue elegido para ser presidente en 1860. Kennedy en 1960. La diferencia es de 100 años. Ambos estaban involucrados en problemas civiles y fueron asesinados un viernes, delante de sus esposas. Ambos recibieron un tiro en la cabeza y fueron baleados por la espalda. Los hombres que los sucedieron, los dos nombrados Johnson, eran demócratas del sur y pertenecían al Senado.


Sin embargo, esto es sólo el comienzo de una larga y curiosa cadena de coincidencias. Andrew Johnson, sucesor de Lincoln, nació en 1808, mientras que Lyndon Johnson, sucesor de Kennedy, en 1908. La diferencia: 100 años. Lhon Wilkes Booth, quien asesinó a Lincoln, nació en 1839 y Lee Harvey Oswald, asesino de Kennedy, vino al mundo en 1939. La diferencia: 100 años. Booth y Oswald eran del sur.

El secretario de Lincoln, nombrado Kennedy, le aconsejó que no fuera al teatro el día que lo asesinaron. El secretario de Kennedy, llamado Lincoln, hizo otro tanto al advertirle que no fuera a Dallas cuando le dispararon.


Lhon Wilkes Booth le disparó a Lincoln en un teatro y fue a esconderse en un almacén. Lee Harvey Oswald asesinó a Kennedy desde un almacén y se refugió en un teatro.

Los nombres de Lincoln y Kennedy tienen siete letras. Los nombres de Andrew Johnson y Lyndon Johnson tienen 13 letras. Mientras que los nombres de Lhon Wilkes Booth y Lee Harvey Oswald tienen 15 letras.

A principios del año 1865, un estudiante de Harvard se dirigía a su casa con la intención de pasar varios días con su padre. Tuvo la mala suerte de caer entre dos vagones en la estación de ferrocarril de Jersey City, en Hudson, New Jersey. Hubiera muerto –ya que el tren se disponía a partir─ cuando un actor que iba camino de Filadelfia, logró salvarle la vida. El estudiante se llamaba Robert Todd Lincoln, y el actor Edwin Booth, hermano del hombre que unas semanas después, asesinaría al padre del estudiante.

Pero aquí no terminan las extrañas coincidencias. Una leyenda cuenta que aquel que haya sido elegido presidente de los EE.UU. en un año terminado en cero, muere en ejercicio de sus funciones. Hasta ahora la matemática parece corroborarlo.

William Harrison, electo presidente en 1840, falleció repentinamente en 1841. Abraham Lincoln fue elegido en 1860. Murió asesinado por John W. Booth. James Garfield llega al poder en 1880. A los pocos meses fue asesinado.

William McKinley es elegido en 1900. Un anarquista polaco le quitó la vida en 1901. Warren Gamaliel Harding fue envestido en 1920. En el 23, muere a causa de una extraña fiebre. En 1940, Franklin Delano Roosevelt ocupa el cargo de presidente por tercera vez. Falleció un mes antes de la capitulación de la Alemania nazi. John Fitzgerald Kennedy fue elegido en 1960. Una bala acabó con su vida en 1963. En 1980 fue electo Ronald Reagan. Fue acribillado a balazos en el momento en que entraba en un edificio público. Milagrosamente, sobrevivió como si de una escena de un filme de Hollywood se tratase. En el 2000, George W. Bush fue llevado a la presidencia de los EE.UU. Como llegó al poder gracias al fraude electoral, no es extraño que aún no le haya pasado nada.


(Dos versiones de este texto fueron publicadas, la primera en el semanario internacional Orbe, de Prensa Latina, el 3 de febrero de 2001; la segunda, en el diario Granma, el 19 de agosto de 2008. Es, quizás, mi texto más difundido).