Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

lunes, 23 de agosto de 2010

José Saramago: "Soy amigo de Cuba"

Por MAYKEL REYES LEYVA


Cuando la leucemia le venció el cuerpo, en junio de 2010, perdimos no sólo a uno de los intelectuales más lúcidos de finales del siglo XX y principios del XXI, sino también a uno de los amigos más cercanos y leales a Cuba que jamás se haya tenido.

José Saramago nació en Portugal, el 16 de noviembre de 1922. Provenía de una familia campesina sin tierra ni recursos económicos. Aun así, se las arreglaron para enviarlo a la escuela, oportunidad que facilitó su encuentro con los clásicos de la literatura. No pudo terminar estudios y se vio obligado a trabajar como cerrajero, mecánico, editor, periodista y director de un diario de noticias…, hasta que en 1947 publica su primera novela sin éxito alguno: Tierra de pecado, seguida en 1948 por otra que nunca llegó a publicarse: Claraboya. Le seguirían veinte años de silencio. “Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar”, confesaría más tarde.

Fue en ese período de tiempo que escuchó hablar por vez primera sobre Cuba. Se llevaba a cabo la invasión de Bahía de Cochinos, en 1961, cuando leyó en la prensa de Lisboa un titular a toda página describiendo lo que ocurría. Al día siguiente el mismo periódico informó el fracaso de la operación. “Sentí un placer casi maligno…”, diría el escritor al recordar.

José Saramago entró a militar en el Partido Comunista Portugués en 1969, cuando todavía era clandestino. La figura de Ernesto Che Guevara volvió a vincularlo de cierta manera con la Isla caribeña. Hasta que en 1992 visitó Cuba por primera vez, invitado por Casa de las Américas para que fuera jurado de su premio literario en la categoría de Literatura brasileña. Pocos años después, en 1998, obtendría el Premio Nobel por su novela Ensayo sobre la ceguera, convirtiéndose en el primer escritor de lengua portuguesa en merecer este reconocimiento. Regresó a Cuba en el 99 para participar del taller Cultura y Revolución: a cuarenta años de 1959. Sus palabras iniciaron el evento. Y se produjo el encuentro con el Comandante en Jefe Fidel Castro. 

Ya para entonces sentía a la Isla como parte fundamental de su vida. Así lo hizo saber años más tarde, cuando dijo: “Cuba no es algo ajeno a mi propia vida, a mis propios sentimientos…”

Sin embargo, el vínculo que se estableció entre el escritor y la Isla se resintió a raíz de una feroz campaña desatada contra la Mayor de las Antillas durante 2003. “Hasta aquí he llegado ―escribió entonces Saramago―. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo.” Los grandes medios de prensa reprodujeron y amplificaron sus declaraciones. Y el propio escritor temió haber perdido a la Isla para siempre, temió que ya Cuba no le quisiera igual.

No mucho tiempo después tuvo la oportunidad de firmar un documento defendiendo a Cuba y las señales provenientes de la pequeña nación le indicaron que quizás no todo estaba perdido. En 2005 regresó a la Isla, esta vez invitado por el Ministerio de Cultura. Volvió a encontrarse con Fidel y presentó su novela: El evangelio según Jesucristo. En ese momento confesó: “Todo se ha recompuesto, a pesar de lo que dije entonces, con mucho dolor y sin querer romper definitivamente con Cuba…” Agregó: “Lo que importa es que estoy aquí, que soy amigo de Cuba y que la manipulación mediática no me quita el sueño.”

En esa ocasión el escritor portugués visitó el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). Lo que vio y vivió en aquellos días lo llevó a expresar: “Estas cosas tocan directamente el corazón de uno. Que eso ocurra es maravilloso.”

No tuvo oportunidad de regresar a Cuba. Pero en 2008 envió para el evento La Declaración Universal de los Derechos Humanos, 60 años después, un mensaje donde afirmaba: “Los derechos humanos están muertos en el mundo entero, todo está muerto en el mundo entero. Por lo menos en Cuba nunca nada está muerto.”

Los intelectuales cubanos lamentaron mucho su muerte, acaecida en España. “Cuba pierde un gran amigo y la literatura universal un ejemplo de ética y de creatividad peremne”, declaró Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). “Tenía tanta preocupación por la literatura como por el contexto en el que la hacía, que era la vida, el mundo contemporáneo”, dijo el también escritor Leonardo Padura.

Y es que cuando la leucemia le venció el cuerpo, a la edad de 87 años, no sólo se perdió a un amigo comprometido con los ideales de izquierda y a uno de los escritores más importantes de la literatura universal, sino también a uno de los buenos defensores de la Revolución cubana.