Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 21 de septiembre de 2010

Dashiell Hammett: Enigmático y contradictorio

Por MAYKEL REYES LEYVA


El 27 de mayo de 1894, en el condado de St. Mary, en Maryland, nació uno de los escritores norteamericanos pertenecientes al movimiento de la Generación Perdida. Su estilo de narrador duro, carente de emoción, y su capacidad para reflejar el lado más violento de la sociedad de Estados Unidos, lo convirtió en una suerte de modelo a seguir, pues su visión nada esperanzadora de la vida trajo como resultado un alto prestigio para las novelas de detectives privados. 

Samuel Dashiell Hammett (Dashiell es una americanización del apellido francés De Chiel) dejó la escuela a los 13 años. Trabajó como mensajero en los ferrocarriles de Baltimore y Ohio. Fue dependiente, mozo de estación y obrero en una fábrica de conservas. En 1915 se agenció un puesto como detective privado en la popular Agencia Pinkerton, experiencia que le proporcionaría mucho del material que luego utilizaría en sus novelas. Allí conocería el oficio bajo la tutela de James Wrigth, un tipo bajo y rechoncho, de lenguaje áspero, que con el tiempo se convertiría en la materia prima para la construcción del personaje protagónico de Cosecha Roja (1929).

Durante la Primera Guerra Mundial se alistó como voluntario, proporcionando ambulancias y transportes a los aliados en Francia. Enfermo de tuberculosis obtuvo una licencia médica en menos de un año. Fue internado en un hospital de Estados Unidos. Sin embargo, ocasionales brotes de tuberculosis, sumados a su creciente alcoholismo, lo harían padecer de una mala salud que arrastraría el resto de su vida. Ello no impidió, en cambio, que siguiera dando tumbos en busca de un trabajo que le acomodara. Lo contrataron como publicista durante un tiempo, hasta que finalmente decidió probar con la literatura.

Sus primeros cuentos, al igual que los de su sucesor Raymond Chandler, salieron publicados en la revista Black Mask (Máscara Negra). El primero de todos se tituló El camino a casa, y apareció en diciembre de 1922. El agente de la Continental, el mismo de Cosecha Roja, surgió en el número de octubre de 1923 y llegó a protagonizar veintiocho cuentos y dos novelas. En el 32 Dashiell Hammett se estrenó como guionista de historieta con Agente Secreto X-9. Sus personajes más relevantes son Sam Spade (El halcón maltés, 1930), Nick y Nora Charles (El flaco, 1934, su última novela) y el agente de la Continental antes mencionado. Fue el creador del prototipo del detective cínico y desencantado de la vida. Fue, también, la época del nacimiento de la novela negra como movimiento literario para testimoniar la realidad de entonces. De hecho, Dashiell Hammett fue su autor y más célebre representante. 

No demoró en obtener prestigio literario. Otros autores de la calidad de Raymond Chandler y Ernest Hemingway se iniciaron intentando imitar su estilo. Muchos de sus libros fueron llevados a la gran pantalla, incorporando en ocasiones diálogos completos extraídos de su obra. Su relación con el cine se extendió hasta el punto de llegar a editar guiones de películas para Hollywood.

En 1931, Hammett inició una relación amorosa que se extendería durante los próximos treinta y tres años. Su cónyuge fue la dramaturga Lillian Hellman. 

Lo curioso de su vida es que luego de haber sido un diligente rompehuelgas en su época de agente de la Pinkerton, Dashiell Hammett se dedicó de llenó a la política de izquierda. Se le conoció como un enérgico anti-fascista en la década del 30. En 1937 se afilió al Partido Comunista de Estados Unidos. En el 42, durante la Segunda Guerra Mundial, volvió a unirse al ejército, luego de batallar por ser admitido cuando nadie confiaba en su capacidad, pues la tuberculosis había hecho estragos visibles en su físico. Llegó al grado de sargento y se dedicó a editar un periódico para el ejército. 

Finalizada la guerra, Hammett se asoció al Congreso de Derechos Civiles de Nueva York, una organización considerada comunista. Durante su estancia allí, cuatro comunistas fueron encarcelados y fue Dashiell Hammett el encargado de reunir el dinero para lograr su libertad. Fue investigado durante la década del 50 por el Congreso Estadounidense y se le incluyó en cuantas listas negras existían. Justo en el 51 pasó seis meses en la cárcel por sus actividades “antiamericanas”.

Cuando murió, el 10 de enero de 1961, en el Hospital Lennox Hill, de Nueva York, se le enterró en el Cementerio Nacional de Arlington, con todos los honores que merecía un veterano de las dos guerras mundiales. 

En la actualidad, la Asociación Internacional de Escritores Policíacos otorga todos los años el Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett, durante la Semana Negra de Gijón, a la mejor novela policíaca escrita en español.

Ray Bradbury: Crónica de un hombre ilustrado

Por MAYKEL REYES LEYVA


Hace 90 años, el 22 de agosto de 1920, nació uno de los escritores de más mérito en los géneros fantástico, terror y ciencia-ficción. Su libro de relatos Crónicas marcianas (1950) y la novela futurista Fahrenheit 451 (1953) son suficientes para hacerlo acreedor del titulo de Clásico de la Literatura Universal. Su nombre: Ray Douglas Bradbury.

Aunque no pudo asistir a la Universidad por cuestiones económicas, el joven Bradbury (ávido lector y escritor aficionado) decidió formarse autodidácticamente. Para ganarse la vida tuvo que vender periódicos en las calles de Los Ángeles, mientras en sus ratos libres escribía sus primeras historias. Logró venderlas en diferentes revistas a comienzos de 1940, sin soñar que su imaginación lo llevaría a la notoriedad, hasta el punto de que en la actualidad existen una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama de Hollywood y un asteroide nombrado Bradbury 9766 en su honor, además de que muy posiblemente sea el primer terrestre en ser enterrado en Marte tras su deceso. Al menos así consta en su testamento. 

Su primer cuento publicado se tituló El Dilema de Hollerbochen, y apareció en 1938 en la revista Imagination! En el 39 él mismo editó los cuatro números de su propia revista amateur, donde la mayor parte del material era de su autoría. Su primer salario como escritor lo obtuvo en 1941, con el cuento Pendulum. Pero no fue hasta el año siguiente, 1942, con la publicación de The Lake, que descubrió su estilo de escritura distintivo. En el 45 su historia corta The Big Black and White Game fue seleccionada como Best American Short Stories.

Durante la niñez fue acosado por terribles pesadillas, las mismas que más tarde plasmó en tinta negra. Su obra, extensa, curiosa y divertida, se caracteriza por poseer cierto tono poético y romántico que, a pesar de ello, lo ha mostrado como exponente del realismo épico, capaz de producir en el lector angustia y desconcierto. Él mismo se considera un narrador de cuentos con propósitos morales, y está convencido de que el destino de la humanidad es “recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiadores para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad”. 

Aunque se le reconoce como escritor de ciencia-ficción, él mismo se declara un hacedor de historias fantásticas, y que la única novela de ciencia-ficción que ha escrito es Fahrenheit 451, una antiutopía en la que los libros están prohibidos y un grupo de sobrevivientes se esfuerza por almacenar y transmitir de boca en boca la cultura de la civilización humana. Esto no se aleja mucho de la polémica que gira en torno a su persona. A pesar de que muchos lo consideran uno de los escritores más importantes de ciencia-ficción (a la misma altura de Isaac Asimov), otros opinan que Ray se alejó mucho de ese género y no lo creen un exponente significativo. Los más extremistas aseguran que la ciencia-ficción nunca fue lo suyo. Sin embargo, Bradbury es uno de los pocos escritores conocidos por aquellos que no gustan del género fantástico y de ciencia-ficción. Ello quizás se deba a que sus personajes parecen tener vida propia, pues los mueven los mismos sueños y las mismas mezquindades que hoy sufre la humanidad. 

A parte de las ya citadas, sus otras novelas son El vino del estío (1957), La feria de las tinieblas (1962), El árbol de las brujas (1972), La muerte es un asunto solitario (1985), Cementerio para lunáticos (1990), El ruido de un Trueno (1990), Sombras verdes, ballena blanca (1992), Matemos todos a Constance (2004), El verano de la despedida (2006) y Ahora y siempre (2009). Lejos de lo que pueda pensarse, Bradbury no es sólo novelista. Su nombre aparece ligado también a la escritura de guiones para la televisión, ensayos y poemas. En los últimos tiempos, ha transitado con frecuencia por el género policial y el relato costumbrista y realista.

Sus temas, como la vida misma, son abarcadores. El racismo, por ejemplo, es tema central de muchos de sus relatos. También lo es la guerra atómica. El futuro de la humanidad cuando dependa absolutamente de las máquinas. Y el miedo a lo moderno, a lo ajeno, a lo extranjero, a la muerte... Hoy, 90 años después de su nacimiento, Ray Bradbury sigue escribiendo sus cuentos en California, colmando las páginas de la literatura de seres imaginarios, lugares impredecibles y naves siderales que abren caminos hacia el futuro de la raza humana.

Raymond Chandler: El policíaco como arma

Por MAYKEL REYES LEYVA



Soldado, empleado de banco, periodista, ejecutivo de una empresa de petróleos, guionista, escritor... Norteamericano, británico... Alcohólico, suicida frustrado... Así de movida fue la vida de Raymond Chandler (1888-1959), un narrador formado en lo más oscuro de la vida y dueño de un ingenio cáustico que le otorgó a la novela negra la dignidad literaria que no había conocido hasta entonces.

Cuentan que tras el divorcio de sus padres fue llevado a vivir a Inglaterra, lugar en el que recibió una fuerte formación intelectual. Tuvo la oportunidad de viajar por Francia y Alemania entre los años 1905 y 1907. Cuando trabajaba para la empresa de petróleos, lo expulsaron por acosar a las secretarias. Para cuando decidió retornar a Estados Unidos, ya tenía publicados veintisiete poemas y su primer relato: The Rose Leaf Romance, y también había participado en la Primera Guerra Mundial.

Ya en California, se casó con Pearl Cecily Bowen, una mujer dieciocho años mayor que él. Estuvieron casados casi treinta años, hasta la muerte de ella acaecida en 1954. Nunca tuvieron hijos. Ante su incapacidad para mantener un trabajo fijo, Chandler decidió dedicarse por entero a escribir. Tenía entonces 45 años de edad.

Comenzó imitando el estilo inconfundible de otro grande de la literatura policial: Dashiell Hammett, pero pronto descubriría que su propio estilo era muy diferente del de su antecesor (Hammett se caracterizaba por una narrativa carente de emoción, mientras Chandler era un romántico empedernido). Seco, impresionista, irónico, cínico, Chandler se sintió capaz de denunciar el modo de vida de la sociedad americana de la época, escenario en el que el dinero y el poder eran la fuerza que movía las relaciones humanas. Para ello inventó a uno de los detectives privados más conocidos después de Sherlock Holmes: Phillip Marlowe que, junto al Sam Spade de Hammett se volverían en el estereotipo del detective privado de la década del 50 del pasado siglo. 

No fue, como piensan algunos, un escritor rápido. Raymond Chandler se tomaba muy a pecho la revisión de sus textos. Su primer cuento tuvo que esperar cinco meses antes de ser terminado. Entre 1933 y el 39 escribió diecinueve relatos, los mismos que servirían de génesis a la actual novela negra norteamericana. Sabía que el crimen, la marginación y la injusticia eran las consecuencias de un estilo de vida insostenible, y trató por todos los medios de reflejarlo en su obra. En 1950 reflexionó sobre el papel que jugaba la novela policíaca en cualquier sociedad, y lo hizo en un ensayo que ha terminado por volverse clásico: El simple arte de matar. Si en el policíaco inglés lo importante era el quién cometió el crimen, Chandler demostró que en el policíaco norteamericano lo trascendente era el por qué se había cometido el mismo. Ya para entonces había escrito su primera novela.

Fue en 1939, cuando contaba con 51 años, que vio la luz El sueño eterno, un grueso volumen que tiene como protagonista al mismo detective privado de algunos de sus cuentos. Sin embargo, la crítica considera que su otra novela El largo adiós (1953) fue lo mejor de toda su producción.

Phillip Marlowe revolucionaría la imagen que hasta entonces tenían los detectives privados salidos de las letras. Tipo duro, buena persona, solitario, melancólico, escéptico, de honor, con cierta educación, tierno, cínico, desencantado de todo, un caballero moderno lo suficientemente astuto como para moverse en el lado sórdido de la ciudad Los Ángeles de la década del 30 sin sufrir heridas graves, una suerte de alter ego de su propio autor. El mismo Chandler confesaría en algún momento: “Paso por ser un escritor insensible, pero eso no tiene sentido. Es simplemente una manera de proyectar. Personalmente soy sensible y hasta tímido. A veces soy cáustico y belicoso en extremo; otras absolutamente sentimental. No soy un ser sociable porque me aburro con mucha facilidad, y el término medio nunca me satisface, ni en la gente ni en ninguna otra cosa...” 

Tras la muerte de su esposa, en 1954, Raymond Chandler se deprimió hasta el punto de aumentar su alcoholismo e intentar suicidarse en dos ocasiones. Vivió con sus gatos como única compañía hasta su muerte, ocurrida en 1959, a los 70 años de edad, dejando tras de sí una obra vastísima, notable por su realismo y regionalismo, y que no demoraría en ser adaptada a la gran pantalla con un tremendo éxito.