Me miro en el espejo y me busco.
―¿Quién eres? ―le pregunto a la imagen, pero
ella no contesta.
Salgo al bosque. Me miro en las aguas de un río.
―¿Qué buscas? ―le pregunto al reflejo, pero
él sólo se encoge de hombros.
Llego a casa, abro la puerta y entro. Me doy la
mano y me sonrío. Incluso, me extirpo la cabeza y se la tiendo a ese sujeto,
mientras le digo:
―Márchate, busca quién eres.
Llego a la cumbre de una montaña.
―¿Quién eres? ¿Qué buscas? ―le pregunto a ése que tiene mi cabeza.
Luego lo abrazo, lo beso y le respondo:
―Me buscaba a mí mismo. ¿Y tú?
―¿Yo? Te buscaba a ti, que eres yo mismo.