Hoy
en día, el origen de los ovnis (objetos volantes no identificados) es
tan llevado y traído como rica es la imaginación de quienes lo
investigan. Al hablar de ellos, se esgrimen hipótesis tales como la de
aviones secretos, hasta la presencia de hombres del futuro, a través de
una sofisticada máquina del tiempo.
Incluso se ha hablado de puertas dimensionales, de túneles ocultos
que conducen al interior de la tierra y de la supuesta visita de seres
extraterrestres, provenientes de los confines más diversos del universo.
Otra de las conjeturas, quizás la menos estudiada o difundida, señala
hacia el fondo del océano. Cuentan los alemanes que durante la Segunda
Guerra Mundial observaron cuerpos luminosos que pasaban a velocidades
supersónicas por el costado de los submarinos, provocando que los
equipos enloquecieran durante breves instantes. Basado en esta teoría,
James Cameron, director de filmes tan famosos como Alien, Exterminador,
Titanic y Avatar, dirigió, en 1989, una de sus más recordadas películas:
Abismo. En ella, un submarino nuclear norteamericano se hunde en el
fondo del mar y un equipo de petroleros debe ir a su rescate, sin
imaginar que encontrará allí una gran base submarina de forma discoidal,
ocupada por seres inteligentes y amistosos, dueños de una tecnología
que les permite manipular a su antojo las moléculas de agua.
Cabe la
posibilidad de que una raza de individuos acuáticos avanzados, haya
hecho nacer y crecer en el fondo marino una civilización mucho más
equilibrada que la que poseemos nosotros acá arriba,en la superficie. Al
fin y al cabo los océanos ocupan las tres cuartas partes del planeta
que habitamos y todavía no hemos sido capaces de bajar a profundidades
tan extremas e investigar minuciosamente lo que ocurre allí.
Algunos
testigos afirman que los ovnis vistos en determinados sitios, han
surgido o desaparecido en el mar. Llama la atención que en diversas
operaciones de búsqueda y rescate de supuestos aviones caídos, no ha
habido resultado alguno.El 12 de enero de 1965 el piloto de un DC-3
avistó un objeto alargado sumergido en un puerto cerca de Helensville,
Nueva Zelanda. Bajó en picada con el propósito de mirar más de cerca,
puesto que en un inicio creyó que se trataba de una ballena gris varada
en la playa. Sin embargo, pronto hubo de percatarse que aquello era una
estructura metálica de perfil aerodinámico, con algo semejante a una
escotilla en la parte superior. Se encontraba a una profundidad no mayor
a los ocho metros, y su forma no coincidía con la de un submarino
normal. De inmediato, las autoridades navales se personaron en el lugar e
investigaron el asunto. Llegaron a la conclusión de que nada conocido
había estado en aquel sitio.
Un par de años antes, en 1963,durante unas
maniobras militares frente a Puerto Rico, cinco buques estadounidenses
que escoltaban al portaaviones Wasp, informaron haber detectado un
objeto no identificado que se esplazaba a 150 nudos y a unos seis mil
metros de profundidad. Nunca se llegó a saber qué cosa había sido
aquello, lo único que pudo asegurarse fue que ningún transporte acuático
hecho por el hombre, alcanzaba semejante velocidad.
En 1959, en la
bahía de Matanzas, Cuba, un objeto parecido a un trompo metálico salió
del mar, flotó y se elevó rápido en el espacio. En los meses de
noviembre y diciembre de 1995, un ovni fue avistado durante una semana,
entre las 7:00 y las 9:00 a.m., por la población de Surgidero de
Batabanó, provincia de Mayabeque. Entre los testigos se hallaban dos
marineros en un centro de acopio, a pocas horas de la costa. Dijeron
haber visto un objeto con un tamaño semejante al de un barco de pesca,
que se aproximó a ellos desde tierra, a baja altura, rozó la antena de
radio sobresaliente del techo, luego se lanzó al mar y desapareció ante
los incrédulos ojos de los testigos.
En una entrevista realizada al
poeta, ensayista, etnólogo y narrador cubano Miguel Barnet, este
confesó: “He visto cosas raras en la superficie del mar (…) Desde la habitación del hotel Ancón, en Trinidad, en dos ocasiones vi
una mancha de forma humana y viscosa que se movió muchísimo y después se
diluyó en el mar.
Un amigo mío y yo la vimos y llamamos a más personas para que la vieran,
pero no lo lograron. No tengo en esto cultura científica para llegar a
ninguna conclusión, pero creo que las cosas no vienen del cielo o del
más allá, sino de la propia Tierra, y el mar es parte de ella; pienso
que los seres que llamamos raros (lo diferente) están allá abajo. No son
extraterrestres, sino submarinos. (…) Allá abajo existen otras
entidades que algún día nos van a dar un gran susto”.